
Tuve un “insight” enorme: me gusta tejer. Ustedes dirán: “¡Bofo! ¿Recién te das cuenta?”… bueno, si y no. La verdad es que me percaté más que solo me gusta tejer, me gusta específicamente tejer metal. Tejedora de cotas me bautizaron algunas amistades y en el anuario de mi colegio salgo referenciada como la tejedora enajenada del rincón. La verdad es que tejer es relajante, pero tejer metal tiene para mí un valor agregado.
Mientras tejía pensativamente mi trabajo de fibras duras para textiles creo haber vislumbrado el porqué. Tejer ha sido históricamente algo muy femenino. Si bien me carga generalizar, especialmente cuando se trata de cosas de género, hay que conceder que para tejer hace falta mucha paciencia, trabajo constante pero no pesado, tranquilidad y dedicación. Todo ello asociado históricamente al género femenino. Ahora, de si se le asocia porque tradicionalmente son las mujeres las que tejían en los albores de la humanidad mientras el hombre cazaba… me viene a dar lo mismo a estas alturas. El huevo o la gallina… la cosa es que ahí están.
Por otro lado, el trabajo con el metal se ha asociado históricamente al género masculino. Se utiliza fuerza bruta, el material es agresivo, uno se ensucia y tiende a sacar manos callosas. Pero resulta que el trabajar este material en forma “femenina” da resultados exquisitos, que por lo menos a mi me gustan mucho.
Como tejí toda la noche (ya son las 7:30), pude llevar mi reflexión un poco más lejos: ¿Porqué me gusta a mí personalmente tejer metal? Creo que es porque me ayuda a conciliar mis dos aspectos. Un poco de ying y yang no le viene mal a nadie. Pero lo siento un poco más personal, ya que tejer es de las pocas actividades tradicionalmente denominadas femeninas que me interesó desde niña. Y por si nunca supieron, tuve una adolescencia algo ahombrada, según me hicieron notar mis padres y algunas compañeritas de la básica. Nunca me ha molestado esto de no ser la típica minita pindi, que se demora horas en el baño para salir a la esquina. De hecho me jacto un poco de ello. Pero con los años he llegado a comprender que nunca es bueno renegar de los propios orígenes, y mucho menos del género. Creo que por ello siempre tejí.
Recuerdo tardes enteras sentada junto a
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